El miedo es una sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario. Es un sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea. Cuando esta respuesta es exagerada debemos hablar de fobia. Fobia es una desviación de la respuesta normal ante el peligro. En este caso, el miedo está dirigido hacia un objeto o situación que no representa un peligro real. A pesar de que quien padece la fobia reconoce que su miedo es irracional, no puede controlar su reacción.
Según una encuesta del servicio de salud pública del Reino Unido, un 36% de las personas tienen un miedo moderado a ir al dentista, y un 12% sufren un miedo extremo (fobia). Es decir, que el miedo al dentista, aunque ha ido disminuyendo mucho en los últimos años, es bastante normal, y desde luego no es algo que deba avergonzar a nadie.
Es por todos sabido que, hoy en día, un tratamiento odontológico no representa ningún serio peligro para la salud. Más bien todo lo contrario, el riesgo se corre cuando no se pone remedio a los problemas que se presentan. Los problemas de la dentadura, como las caries o las encías inflamadas, no se curan solos. Se van agravando con el tiempo, y por lo tanto son mucho más sencillos de solucionar cuando se detectan en estadios iniciales. No nos olvidemos, además, de que una boca sana está directamente relacionada con una buena salud general. Retrasar nuestras visitas de revisión por miedo no hará más que complicar nuestra salud oral.
Las principales causas de el miedo al dentista suelen ser el miedo al dolor, el miedo a que se repita una mala experiencia vivida o influenciada por el entorno, el miedo a lo desconocido y, entre los miedos más comunes que reportan los pacientes destaca la vergüenza que puede producir el acudir al dentista sabiendo que se ha descuidado la salud bucal.